jueves, 21 de julio de 2011

Objetivos erróneos: Si Armstrong hubiera querido "pisar" el sol, se habría quemado

No. No creo realmente que Amstrong pisara la luna el día que lo mostraron por televisión. Yo también creo que fue un montaje, pero eso no importa para este post, porque la llegada del hombre a la luna me sirve de ejemplo para hablar de algo que me parece realmente preocupante en el mundo de las empresas y su manera de abordar la comunicación digital: el planteamiento de unos objetivos erróneos.

Me han puesto de objetivos conseguir 300 followers al mes” me comentaba desesperada el otro día una amiga que trabaja de Community Manager para una empresa cuyo nombre no diré y que hace oídos sordos a sus consejos y argumentos.

A raíz de esa conversación me surgen algunas preguntas:

  • ¿Es ese realmente un objetivo de comunicación? No

  • ¿Conseguir followers como churros va a ayudar al posicionamiento y la creación de marca de la empresa? No, si no son followers de calidad

  • ¿Acaso la empresa mira el tipo o perfil de esos 300 followers? No

  • ¿Se preocupa por la conversación generada por su contenido, por el comportamiento de esos seguidores, por lo que los seguidores dicen de la marca, por los leads que generen, por los clicks que hagan, por el retorno que puedan obtener de ellos? No lo sé, pero si su principal objetivo es cuantitativo, eso me hace pensar que no.

  • ¿Es un objetivo real y alcanzable? Probablemente no (si, como es el caso de mi amiga, tratas de llegar al público objetivo y no a cualquiera, pese a todo)

  • En definitiva: ¿Sirve para algo? Pues seguramente no. Entendámonos, tener unos objetivos de crecimiento es bueno, pero lo que no lo es es tenerlos como eje de nuestro plan de acción.
A la hora de poner en marcha un plan de comunicación en redes sociales, muchas empresas confunden cantidad con calidad. Su objetivo es crecer rápidamente, creyendo que el número de seguidores es directamente proporcional al éxito de comunicación, cuando no hay nada más lejos de la realidad. A estas empresas les diría que si lo que quieren es tener una gran comunidad basada en números, hay empresas que te venden followers a un módico precio. No te va a servir de nada tener tropocientos seguidores que no te conocen, a los que no les interesa tu marca, e incluso ni siquiera van a saber que te siguen, pero puestos a tirar el dinero, este método es más rápido.

Los objetivos deben centrarse en efectividad, eficiencia y retorno. Es decir, en saber qué quieres (posicionamiento, venta, relación, etc.) y de quién o para quién (clientes, potenciales clientes, sector, relaciones de interés, medios, etc.). Comenzar con una comunidad pequeña, escogida y seleccionada por su perfil, sobre la que puedas trabajar y a la que fidelizar aportándole valor, que vaya aumentando en función de la calidad de tus aportaciones, es mucho más efectivo que disparar a “todo sin ton ni son"

Las empresas deberían preocuparse de cómo van a conseguir crear comunidad (cuáles serán sus mensajes, su estrategia de contenidos y conversaciones, su plan de comunicación) y no de crecer rápidamente a cualquier precio.

Ponerse objetivos reales y alcanzables, como Armstrong, evita que muchas empresas terminen, como habría sido su caso si hubiera querido llegar al sol en aquel mismo viaje, quemándose.

Así que, un consejo. Si lees esto y te has sentido identificado, olvídate de los números y preocúpate de si estás creando poco a poco una imagen digital de tu compañía acorde a la que quieres tener, capaz de ser valorada y respetada y que ofrezca valor a aquellos seguidores que le interesan a tu empresa. Será más lento, pero te aseguro que será mucho más efectivo.

miércoles, 6 de julio de 2011

¿Cómo superar el síndrome FOMO en verano?


Creo que ya he dicho alguna vez que tengo dos teléfonos. Para ser más concretos, tengo un iPhone y una Blackberry que llevo todos los días pegados a mí, allá donde vaya, sea un día de trabajo, fin de semana o esté de vacaciones en la otra punta del mundo. He perdido la cuenta de las redes sociales de las que soy miembro, del número de blogs al que estoy suscrita, de los miles de perfiles a los que sigo en twitter o de las cuentas que gestiono. Compruebo constantemente mi correo electrónico, reviso las publicaciones de twitter, facebook e instagram cada vez que voy de una reunión a otra o espero a que llegue alguien, y siempre estoy atenta a lo que se publica en mi lector de RSS. Red, plataforma, aplicación o herramienta nueva que sale, red, plataforma, aplicación o herramienta que pruebo. En definitiva, vivo hiperconectada, como cualquiera que trabaje en esto, y otros tantos que lo hacen sólo por afición.

Yo creía que era una especie de adicción sana, de la que por cierto, disfruto, pero por lo visto puedo estar sufriendo lo que ha venido a llamarse el síndrome “Fear of missing out” o síndrome FOMO, que no es más que el miedo a perdernos una información, un evento o una publicación que pueda ser de nuestro interés.

Según un informe publicado por JWT Intelligence, no somos capaces de procesar toda la información a la que ahora estamos expuestos y esto puede acabar afectando a nuestra salud.

Esto me suena a los estudios que afirmaban que abusar del móvil podía producir estrés y ansiedad, a los que afirman que dormir con la televisión encendida puede causar depresión, los que aseguraban que la interrupción de un programa "esperado" en televisión genera ansiedad o que ver más de dos horas de televisión diarias puede aumenta el riesgo de diabetes y enfermedades cardiovasculares y más de tres aumenta el riesgo de muerte prematura. Estudios todos ellos que llegan a la misma conclusión: cualquier abuso es malo.

¿Y a dónde quiero llegar con esto? Pues esto viene a que llega la época estival y con ella la jornada de verano y las vacaciones, y sea esto cierto o no, quienes trabajamos relacionados con el mundo online debemos aprender también a "desconectar" de él, aunque sea un poco, o al menos superar el miedo a "no estar siempre disponibles". Conozco personas que lo saben hacer y otras, entre las que me incluyo, que no tanto. Pero pensando sobre el tema he llegado a algunas fórmulas que pueden ayudarme a conseguirlo:

  • Aprender a delegar: Básico para poder desconectar, tranquilamente, porque solo así sabremos que el trabajo estará bien resuelto y que podemos relajarnos.
  • Limitar nuestras horas "online" a aquellos ratos en los que realmente las disfrutemos: Al margen de que forme parte de mi trabajo, como decía, disfruto leyendo, hablando u observando lo que ocurre en mis redes. Así que ¿por qué no hacerlo también en vacaciones?. Yo me he propuesto no cargar todo el día con mis móviles, pero sí visitarlos de vez en cuando. Digamos que es un modo de cambiar una posible "obsesión" por "entretenimiento".
  • Desactivar las alertas "sonoras": Basta de "bips bips" a la hora de la siesta o mientras tomamos el sol. Si la parte laboral la hemos dejado solucionada delegando, no habrá ninguna alerta que sea tan urgente como para que no podamos responderla más tarde, ¿no?
  • Elaborar una lista de lectura personal imprescindible en las redes sociales, lo más limitada posible: Al margen de las listas que ya tenemos, podemos crear una especial para nuestros ratos libres, una lista que nos "tranquilice" del miedo a perdernos algo de interés y que podamos observar de forma más rápida.
Y sobre todo, tratar de tomarnos la vida con más calma, ¿no? Que nos lo hemos ganado.